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DOLOR. Miles de personas encienden velas por los 17 muertos en una masacre el día anterior en una escuela en Florida. "Esta vez nos tocó a nosotros", dice un pastor bautista. Llorando, abrazándose, niños y adolescentes buscan sentido a lo que ocurrió.

"Él tenía un plan, trató de escapar"; "Yo me decía '¿me voy a morir?'"; "Y entonces fue como bum bum bum": son algunas de las frases que se escuchan al pasar entre grupos de jóvenes que se consuelan entre sí.

El miércoles de San Valentín -o de ceniza- el joven Nikolas Cruz abrió fuego en la escuela Marjory Stoneman Douglas de Parkland, 80 Km al norte de Miami. Mató a 17 personas e hirió a más de una docena. Fue inculpado el jueves de 17 cargos de homicidio premeditado.

Tanto jóvenes como adultos lloraron a lágrima viva al escuchar el testimonio del padre de la niña de 14 años Jamie Guttenberg, una de las víctimas mortales del ataque, que consiguió hablar gracias a los ánimos y frases de apoyo que recibió.

Tanto jóvenes como adultos lloraron a lágrima viva al escuchar el testimonio del padre de la niña de 14 años Jamie Guttenberg, una de las víctimas mortales del ataque, que consiguió hablar gracias a los ánimos y frases de apoyo que recibió.

El padre, Fred Guttenberg, explicó emocionado que el año pasado perdió a un hermano víctima de un cáncer, enfermedad derivada de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Pensó entonces que el dolor era insoportable, pero indicó que lo que ha vivido desde la tarde de este miércoles es infinitamente peor.

"Jamie era la luz de la fiesta", dijo el progenitor, que lamentó no recordar si se despidió de su hija antes de que ésta saliera hacia la escuela y no la volviera a ver.

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