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“Es evidente que no hay saneamiento en ese conglomerado habitacional y, por consiguiente, sus aguas residuales van directamente a verter o son depositadas en la propia Laguna Garzón”, razonó el curul.

Para Rapetti la contaminación de sus aguas es obvia observándose un crecimiento de los asentamientos contaminantes, los que, con el paso del tiempo, terminan resultando difíciles de controlar y encauzar.

“Es raro” señaló el edil, “que esa situación no haya sido advertida por el Gobierno departamental de Rocha ‒caracterizado por su publicitado cuidado ambientalista‒ ni tampoco por DINAMA”.

Una laguna a cuidar

La Laguna Garzón no tiene el ingreso periódico de agua de mar, como ocurre con la Laguna José Ignacio y, por tanto, es agua dulce, por lo que no debe haber en ella navegación a motor ni a vela.

Para Rapetti, por sus características, el espejo de agua debe ser preservado como lo es actualmente la Laguna del Sauce, porque Laguna Garzón podría ser también un abastecedor de agua potable.

El constante crecimiento de la población en nuevas urbanizaciones hace que el Decreto departamental Nº 3753/2001, y un proyecto modificativo del mismo de noviembre de 2015, deban tenerse presente para preservar las fuentes de agua dulce.

Un dato inquietante

En su exposición el edil recordó que el 97,5% del agua del planeta es salada y el 2,5% restante tiene riesgo de pérdida de cantidad y de calidad.

Una reciente publicación de la edición española de Le Monde Diplomatique, de octubre 2018 señala que el agua dulce en el mundo es de un 2,8% del volumen total de la Tierra.

De ese porcentaje el 69,7% se encuentra en los glaciares, un 30% en los acuíferos y un 0,3% en aguas de superficie como lagos y ríos.