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Báez anunció que “el próximo jueves se va a estar conformando la Comisión Pro Molino Lavagna, que promueve el reciclaje y la transformación de este edificio en un gran centro social y cultural para San Carlos y toda la región”.

“Se ha venido trabajando fuertemente por parte de Federico Olascoaga, que es un poco el abanderado de esta iniciativa, con el apoyo de Federico Martínez. Ya se han hecho tres presentaciones del libro sobre el Molino Lavagna y esto ha generado la atención y el compromiso de la gente”, apuntó.

Resaltó que también se realizó una campaña de recolección de firmas para respaldar este proyecto y “ya antes de comenzar a funcionar la comisión se cuenta con más de 600 adhesiones de ciudadanos”.

“Queremos que este monumento histórico que tiene San Carlos no se termine viviendo abajo, que pueda reciclarse y ponerse en funcionamiento para la comunidad”, afirmó.

Dijo que según la recomendación de arquitectos privados y de la propia Universidad de la república, la “primera etapa comprenderá el techado del Molino, que protege a paredes, para que no se abran y se corra riesgo de derrumbe”.

Báez informo que ya se manejaban algunas ideas para implementar en este edificio, aunque al haberse recortado el presupuesto para San Carlos “se están generando otras, que van a ser plasmadas por esta comisión… Después del techo vendrá la recuperación del edificio, de los pisos. Y la idea final es que allí funcionen más de 20 organizaciones sociales y culturales, que son las que se van a encargar del mantenimiento”.

Se recordó que la industria harinera tuvo su época de oro en el Uruguay a principios del siglo XIX, llegándose a fines del mismo a sobrepasar el centenar de molinos en todo el país. Y el Molino Lavagna fue construido en 1884 a orillas del Arroyo Maldonado por iniciativa de Don Ignacio Lavagna, residente italiano en la ciudad de San Carlos.

Una de sus peculiaridades era que utilizaba energía hidráulica, proveniente de una represa y un canal artificial construidos a la margen izquierda del arroyo.

En 1928, tras un devastador incendio, las instalaciones fueron renovadas con material traído desde Alemania por Carlos Lavagna, hijo de Don Ignacio. Dejó de funcionar definitivamente en 1931, tras el fallecimiento de Carlos Lavagna, único propietario que quedaba con vida, retirándose toda la maquinaria.

En el año 2005, por resolución de la Presidencia de la República, fue nombrado monumento histórico nacional.