EL NIÑO DE LA PLAYA: La fotografía del cuerpo sin vida del pequeño Aylan agitó ayer la conciencia de Europa y del resto del mundo. Es la imagen de la crisis de los refugiados sirios que huyen del horror de la guerra y desde el primer momento generó el debate en las redacciones sobre la conveniencia de mostrarla o no.
La fotografía de Nilufer Demir ya forma parte del álbum migratorio de la infamia: un niño varado en la playa; un niño muerto en la playa.
Lo normal a los tres años es verlos en la orilla con el bañador. Lo normal es verlos dando saltos y no de esta forma.
Lo normal a los tres años es que te hagas el muerto y no que lo seas, que sea divertido mojarte, que prefieras las olas grandes a las pequeñas, que le pidas al hermano mayor que te entierre vivo para que saques la cabeza y después, con el cuerpo embadurnado en arena, corras muy deprisa hacia el mar.
La fotografía de Nilufer Demir (Reuters) ya forma parte del álbum migratorio de la infamia.
Cinco niños. Refugiados sirios. Ahogados en aguas turcas. Tratando de alcanzar la isla griega de Kos. Y este final.
"Me quedé helada, pero desgraciadamente no había nada que podía hacer, así que hice mi trabajo" dijo Demir, que es la reportera que tomó las fotografías de Aylan y sus familiares en la playa turca de Bodrum.
"Europa no sólo debe emocionarse, debe actuar", declaró en rueda de prensa el primer ministro italiano Matteo Renzi.
Esta imagen del niño sirio muerto en una playa turca, la desolación que desprende el gesto del guardia que fue a salvarlo, la luz, la playa, esa orilla que parece un símbolo del propio paso descalzo del muchacho por un mundo que ya no lo va a recibir nunca, ni a él ni a tantos.
Es un poema desgarrador, un réquiem como aquel que entonaba José Hierro: es un niño como millones de niños, un ser humano que ya ríe y pregunta y persigue sombras como si fueran juguetes.
fuentes: El Mundo y El País (España)