Clarín/FIFA
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QUE ALIVIO!!! Sí, siempre Messi. No había jugado un buen primer tiempo Leo, muchos menos la Selección. No se había visto la reacción volcánica que se podía esperar. Algo le pasaba al equipo. Algo le pasaba a Messi, cuando lo necesitaba más que nunca.

Pero en el segundo tiempo Leo mostró una rebeldía "maradoniana". Pidió la pelota y le dio electricidad a la Selección. El partido cambió, Messi estaba presente. Había otra vibración en el ambiente del estadio Lusail. A los 18 minutos, Enzo Fernández buscó a Di María y Fideo buscó a Messi. Leo encontró una soledad que nunca había tenido. Un segundo. Lo aprovechó al máximo: su zurdazo bajo, furioso, pareció impulsado por millones de argentinos que querían otra historia para la Selección en este Mundial y por millones de hinchas de otras nacionalidades que no querían que Messi se despidiera tan rápido.

Así fue que Argentina zafó del nocaut y revivió. Mejoró un poco la última imagen. No era tan difícil, pero la realidad es que la Scaloneta, tal como lo conocíamos, todavía no apareció por Qatar. Aquel equipo sólido, con respuestas rápidas para cada circunstancia del partido, empezó complicándose solo ante una Arabia Saudita que no supo descifrar y contra México mostró una mejoría, sobre todo emocional.

El resto lo puso Messi, con ayuda de Di María y de Enzo Fernández.

Pero hubo que sufrir. El primer tiempo mostró las caras de los dos, sin maquillaje. México, esperando, sabiendo que las mayores urgencias no eran propias. Con una línea de tres centrales y dos laterales, le cedió la pelota a la Argentina, presionó en la mitad de cancha, especialmente a De Paul, para que la pelota no le llegara a Messi. Y si le llegaba, que nunca estuviera mano a mano con un marcador, siempre al menos contra dos.

En esa primera etapa a Messi se lo vio muy estático, primero ubicado como otro "9", entre Di María y Lautaro Martínez; después, retrocediendo, incluso parado en el círculo central, mirando cómo el equipo intentaba circular por la izquierda. Algo le pasaba a Messi.

Un México tranquilo, una Argentina nerviosa, atada, con freno de mano puesto, consciente de que una derrota lo dejaba demasiado pronto fuera del Mundial.

La primera aproximación de Argentina al arco del experimentado Memo Ochoa fue a los 40 minutos: córner corto de Messi, centro de Di María y cabezazo desviado de Lautaro al borde del área chica. A los 45, la mejor jugada de la Selección, con circulación rápida del medio hacia la izquierda, con participación de Mac Allister y Messi, para que Acuña la terminara con un centro que desvió Álvarez al córner. Demasiado poco.

El segundo tiempo fue distinto: Messi lo transformó. A los cuatro minutos encaró hacia el área con uno de sus viejos slaloms. Lo bajaron. Tiro libre ideal. Messi esperó agachado la señal del árbitro y pareció hablarle a la pelota, como si fuera una oportunidad irrepetible. Su remate se fue alto. No parecía su noche, pero había que esperar.

Arriesgó Scaloni a los 12 minutos del complemento. Sacó a un Guido Rodríguez muy impreciso para poner a Enzo Fernández. El ex River se paró más adelante para tratar de compensar que tampoco De Paul aportaba pases seguros.

A los 18, el técnico cambió lateral por lateral (Molina por Montiel) y delantero por delantero (Julián Álvarez por Lautaro Martínez). Enseguida Enzo Fernández buscó a Di María y Fideo a Messi. Ya sabemos lo que pasó. Pasó Messi, en su partido número 21 en Mundiales, para alcanzar a Maradona. Su gol número ocho en Copas del Mundo. Para salvar a una Selección que lo necesitaba como nunca.

Después llegó el golazo de Enzo Fernández, para pedir a gritos la titularidad y para que la Selección sepa que está a tiempo de volver a ser la Scaloneta.



( Autor Adrián Maladesky en Qatar)

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