Clarín/Martín Voogd
Clarín/Martín Voogd

EL MEJOR PARTIDO. Bienvenida Argentina al Mundial de Qatar 2022. Adiós fantasmas, adiós dudas, adiós todo ese dolor de panza que causaba imaginar que el camino podía terminar demasiado pronto acá en Medio Oriente. Es que la Selección volvió a ser la Scaloneta. Con otros intérpretes, incluso con otro sistema. Con un técnico como Lionel Scaloni que toma decisiones fuertes y que hace que el equipo mejore al andar. Con Enzo Fernández convertido en el patrón del medio y en la gran figura de esta húmeda noche en Doha. Con Julián Álvarez que no siente la diferencia entre jugar en un potrero de Calchín o en un estadio hecho con containers. Con Otamendi firme para amedrentar a un desdibujado Lewandowski. Con De Paul otra vez De Paul. Con un Di María siempre listo para hacer lío. Y con un Messi que no fue imperial solamente porque otra vez lo traicionó un penal.

El 2-0 sobre Polonia no sólo fue el alivio de la clasificación. El 2-0 sobre Polonia, un rival al que borró de la cancha, fue una producción casi perfecta que permite soñar. Ni siquiera dolió ese penal que convertía a un notable Wojciech Szczesny en el más malo de los villanos. Un primer tiempo arrasador. Un segundo tiempo aún mejor gracias al gol tempranero de Alexis Mac Allister y al la contundencia de Julián que sirvió para, por fin, respirar.

Fue un monólogo de la Selección en el primer tiempo. Catorce llegadas al arco. Nueve remates que fueron a parar a los guantes de Szczesny. Faltó la puntada final y paciencia ante una Polonia que lo único que mostró fueron debilidades.

Scaloni pateó el tablero con los cambios que se conocieron cuando apenas faltaba una hora para que comenzara el partido. Adentro Enzo y Julián, afuera Guido Rodríguez y Lautaro Martínez. Los ingresos de los dos pibes que hasta hace un rato estaban en River provocaron un cambio de esquema. Enzo se paró de cinco, con Rodrigo De Paul por derecha y Alexis Mac Allister por izquierda. Y Julián arrancó como wing izquierdo, con Lionel Messi como falso nueve y Ángel Di María por derecha.

El equipo ganó en dinámica e intensidad jugando al compás del chico de San Martín. También se adueñó de la pelota (57% contra 30% de los polacos). En el fondo fue clave Otamendi, con sus anticipos sobre Lewandowski para evitar contraataques. Sí, Polonia se dedicó a esperar. Lo terminó pagando caro. Se encomendó en San Szczesny, quien se revolcó de un lado a otro para mantener su arco en cero hasta cuando pudo.

Las más claras estuvieron en los pies de Messi, Álvarez y Di María, que casi sorprende con un gol olímpico. Sin embargo, el hit de la primera mitad fue el penal que el arquero de Juventus le contuvo a Messi con el guante derecho bien firme después de que él mismo le hiciera un penal -leve toque en la cara- que necesitó del VAR para ser cobrado. Szczesny, gigante, fue la gran figura en esos 45 minutos.

Primero hay que saber sufrir dice el tango. Y todo lo que se sufrió en el período inicial se hizo sencillo en el arranque del segundo. Al minuto de juego, en el primer ataque, llegó el alivio. Argentina construyó por derecha con Di María y Molina, que fue al fondo y mandó un centro rasante que encontró cerca del punto penal a Mac Allister, que le pegó mordido, de derecha, y la pelota entró suplicando contra el segundo palo.

Contestó enseguida Polonia con una pelota parada luego de que el Huevo Acuña viera la amarilla. Centro al punto penal y Kamil Glick le gana a todos. Dibu hizo vista. Salió pegadita al palo. Fue la única que tuvo Polonia, que jamás probó los guantes del arquero argentino.

Y después volvió el monólogo en celeste y blanco. Messi, que se convirtió en el jugador argentino con más partidos en Mundiales en su 22° aparición, buscó su gol y la revancha por el penal fallado por todos lados. Pero el desquite nunca llegó. No importó. Porque Enzo Fernández otra vez presionó, aceleró y cedió para que Julián Alvarez definiera como lo hacía en River. Con más de 20 minutos por delante, el partido estaba liquidado.

Fue 2-0. Apenas. Pudo ser goleada. Messi una y otra vez, Tagliafico y Lautaro Martínez estuvieron a nada de convertir. Polonia, que miraba lo que pasaba en México-Arabia Saudita al mismo tiempo, se resignó a perder. Pero no quiso perder por más. Terminó con línea de seis en el fondo para aguantar el vendaval. Al final, gracias al gol de los árabes, también terminó festejando.

Pero no tanto como Argentina. Se dio el paso obligado a los octavos de final. Se viene Australia. Nadie lo esperaba. Hay que atreverse a soñar. Sin menospreciar a nadie. Sin relajarse. El camino es este. El que marcó el 974. Porque lo peor, por suerte, ya pasó.

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