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CONMOVEDOR.Fue una tarde en la que la lluvia se mezcló con las lágrimas. Después de cuatro largos días de espera, los aficionados del Chapecoense enmudecieron este sábado bajo una feroz tormenta y frente al medio centenar de féretros de las víctimas del accidente aéreo en las afueras de Medellín.
La lluvia, que no había aparecido durante todos estos días en Chapecó, al sur de Brasil, arreció durante el velatorio y ganó intensidad a medida que el cortejo fúnebre avanzaba por las calles de de la ciudad.
La gradería del estadio Arena Condá se fue llenando de seguidores del "Huracán del Oeste", muchos de los cuales llevaron pancartas en recuerdo de sus "héroes".
Chapecoense había llegado a la final de la Copa Sudamericana y se prestaba a jugar el partido de ida en la ciudad de Medellín cuando sucedió la tragedia.
Unas 19.000 personas tuvieron acceso a las gradas del Arena Condá, prácticamente la totalidad del aforo, dejando la mitad del campo para la disposición de los 50 féretros de jugadores, técnicos y directivos del Chapecoense, así como de algunos periodistas, que fallecieron la noche del lunes al estrellarse en Colombia el avión en el que viajaban.
En las orillas del campo de juego se encontraban los familiares y amigos de las víctimas a la espera del momento en el que recibirían los restos mortales de sus seres queridos después de un agónico proceso de repatriación que ha durado cuatro días.
El ánimo de los instantes previos al funeral en los que los aficionados cantaron el ya célebre "Vamos, vamos Chape" se transformó en un profundo y conmovedor silencio en el momento en el que entró sobre el verde el primer "campeón", a hombros de seis militares brasileños.
De fondo solo el sonido de los firmes pasos de los soldados sobre el encharcado césped, ahogado de tanta lluvia, que desfilaron escoltados por un pasillo de compañeros, los cuales bajaban los banderines a su paso en señal de respeto.
Los familiares observaban con angustia el paso de todos y cada uno de los ataúdes, mientras los aficionados acompañaban el momento de pie y en silencio.
Para la memoria queda la imagen de un niño abrazado al ataúd del jugador Thiaguinho, uno de los 71 fallecidos de aquel vuelo en el que la plantilla del Chapecoense viajaba rumbo a Medellín para disputar su primera final en un torneo internacional.
Casi nadie pudo aguantar las lágrimas, ni siquiera los fotógrafos apostados en la otra mitad del campo, que se desmoronaban mientras registraban el momento.
Incluso un periodista tuvo que ser trasladado al interior de los vestuarios tras desmayarse.
El club, ante la magnitud emocional que cabía esperar hoy en el Arena Condá, preparó previamente un equipo formado por 121 psicólogos, 115 médicos y 121 auxiliares de enfermería.

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