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NICARAGUA EN CAÍDA LIBRE. Después de 100 días del inicio de las manifestaciones que piden el fin del mandato del presidente, Ortega intenta mantener el control de un país sumido en la peor crisis política de los últimos cuarenta años. La respuesta brutal del Ejecutivo sandinista ha dejado ya casi 400 muertos y una estela de destrucción que amenaza con hundir la frágil economía nicaragüense, que ya reporta 215.000 empleos perdidos y un éxodo de cerebros que huyen a Canadá, Estados Unidos, España y la vecina Costa Rica. Ortega intenta encajar el golpe, pero en Nicaragua, en plena primavera política, hay un antes y un después para el régimen. Ha sido su esposa —en un acto de desesperación— quien ha atacado con dureza a los manifestantes, catalogándolos de “minúsculos”, “vandálicos”, “plagas”, “delincuentes”, “vampiros”, “terroristas”, “golpistas” y “diabólicos”. “¡No pasarán! los diabólicos no podrán nunca gobernar Nicaragua”, dijo Murillo.

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