Clarín
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ARGENTINA EN LA FINAL DEL MUNDO. Además de tener a Messi, Argentina tuvo a Mbappé, disfrazado de Julián Álvarez. Y así resolvió un partido que pintaba para largo, con dos manos de nocaut en el primer tiempo y una genialidad en el segundo. Así alfombró el camino hacia la final. Así sueña y tiene motivos para hacerlo.

Porque terminó aplastando a un rival que llegaba invicto y que en la primera media hora mostró sus credenciales. El equipo del siempre impecable Luka Modric planteó un partido de posesión más paciencia. A los 15 minutos el termómetro marcaba que el equipo azul tenía la pelota el 63 por ciento del tiempo, contra el 37 de Argentina.

Control, salida limpia, pases cortos, Modric para Brozovic, Brozovic para Gvardiol, sin apuro por atacar. Y otra vuelta más.

La idea era dormir el partido, pero la Selección demostró tener más paciencia todavía. No me atacás, te espero. Tranquilo. Paradito en el medio con De Paul, Paredes, Enzo Fernández y Mac Allister. Y un poquito me hago el dormido también. Ya vas a ver...

El primer tiro al arco del partido fue de Enzo Fernández, a los 24 minutos. Un ratito antes el escáner biónico de Messi le había indicado que tenía que correrse unos metros a la derecha. Un movimiento imperceptible en ese momento pero que sería clave apenas un ratito después.

Entre los 31 y los 39 minutos, para ser precisos. Ese espacio vacío que dejó Messi, el callejón del nueve, lo aprovecharon Enzo Fernández con su pelotazo y Julián Álvarez con su velocidad para meter la diagonal de izquierda hacia el centro. Los hasta allí seguros centrales croatas, Lovren y Gvardiol, perdieron la referencia y no vieron aparecer a esa flecha con el número nueve en la espalda.

Julián se fue directo hacia el arquero Livakovic, quien lo volteó. Penal y Messi es gol, excepto contra Polonia. Advertido de que el arquero croata se había lucido en las definiciones por penales Leo cambió el registro: nada de sutilezas, cañonazo al ángulo izquierdo.

Y a Croacia se le quemaron todos los papeles, perdió el guión y la paciencia, tal vez demasiado rápido. Y empezó otro partido, que Argentina estaba decidida a aprovechar. Los de azul quedaron desacomodados y Julián puso quinta a fondo, no lo pudieron parar y favorecido por los rebotes de los defensores que llegaron tarde convirtió el 2-0. Todo en poco más de cinco minutos.

Fue un nocaut. El subcampeón del mundo perdió su calma y su plan de juego, desbordado por un rival que con espacio amenazaba con golearlo. Y pasó, en una apilada descomunal de Messi por derecha que terminó sirviendo el 3-0 a Julián Álvarez. Una asistencia como para cerrar el estadio y para confirmar que pase lo que pase en la final, ya es el Mundial de Messi. Su mejor Mundial, el quinto, rompiendo todas las marcas que tenía por delante y liderando como nunca antes a la Selección. Y más allá de cualquier comparación.

Messi guió con su magia a una Selección que se recibió de equipo mundialista. Jugó su mejor partido en el momento preciso. Como dice Scaloni, defiende cuando hay que defender y entiende los momentos de cada partido. Este, la semifinal contra una Croacia que le duró media hora, jugado con inteligencia y eficacia.

Con un Messi celestial y un Julián Álvarez tan implacable como su colega francés. Demasiado para Croacia y para cualquier equipo, al menos en la noche del martes en Lusail. El viaje continúa y el sueño crece.

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