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Los gritos y los rostros desencajados de las mujeres, el llanto de los niños y las caras de pavor de algunos hombres que corrían detrás, hicieron que unos cuantos espectadores se eyectaran de sus asientos y huyeran lo más lejos posible del lugar, entre los que iban y venían por las veredas sin entender nada.

Otros optaron por quedarse en su sitio, paralizados, intentando divisar “al hombre armado” y pensando en hacer "cuerpo a tierra" en caso de disparos.

El hombre en cuestión había ingresado a una antigua tienda ubicada a media cuadra de la plaza Artigas. Las luces en el interior del comercio -lúgubre de día, incluso- estaban prendidas, pero desde unos metros de distancia lo único que se veía era una mujer parada en la puerta, también con cara de susto, usando su teléfono celular.

Entretanto, alguien dio la voz de alto a las bailarinas de la última agrupación de la noche. Las chicas de la escola do samba acataron la orden, seguramente pensando que iban adelantadas y había que cumplir con los tiempos del desfile.

Eternos minutos después continuaron. El brillo y la batucada que cerraban la fiesta marcharon por 18 de Julio para cuando al menos cuatro agentes policiales, dos de ellos de casco, se zambulleron en el local comercial.

No tardaron en pasar corriendo por el medio de la calle, con una mujer que parecía desmayada, entre los curiosos y el público que ya se alejaba al finalizar el desfile.

Hombres y mujeres policías avanzaron con la mujer en perfecto estado horizontal, como si la transportaran en una camilla, rumbo a la ambulancia que obligó a mover vallas y levantar los equipos del puesto de canal cable local instalado en la calle Maldonado.

Descompensada, fue atendida por el diputado doctor Darío Pérez, que comandaba al equipo de la emergencia móvil.

El ladrón, que había sido atrapado dentro del comercio por el propio dueño del local, fue reducido. Ambos declaran, en la mañana de este lunes, ante la Justicia carolina.

Fuentes del caso explicaron a FM Gente que, aprovechando el ruido del desfile, el delincuente ingresó al local para llevarse mercadería. Ya la tenía seleccionada y había alcanzado a guardar algo de dinero en su ropa interior, cuando fue sorprendido por el propietario del negocio.

El comerciante ingresó, lo redujo y llamó a los policías, que sólo fueron percibidos por el público más cercano. El resto había huido en estampida o, ubicado un poco más lejos, ni se enteró de lo ocurrido.