Intentaron extorsionarlo exigiéndole una suma millonaria.
Un trabajador del rubro piscinas denunció haber sido víctima de una modalidad de estafa que aprovecha la baja conectividad de las zonas rurales para aislar a las víctimas y ejercer presión mediante amenazas directas.
“Yo me manejo con el rubro piscinas. La gente me llama de todos lados. Esta gente me contactó: un señor de nombre Héctor González, que después supe que el número de teléfono era de Colombia. Amablemente le dije que sí, con mucho gusto, pero que necesitaba la ubicación del lugar. Necesitaba ir a la propiedad y ver. Le dije que yo, gratis, hasta el lugar no podía llegar”, relató el hombre a la Página Central de la Revista de FM GENTE.
Indicó que llegó al punto acordado tras recorrer varias entradas de la ruta 9 hacia la localidad de Garzón. Señaló que el camino final era de balastro y que lo recorrió a baja velocidad, siguiendo las indicaciones del GPS. Al llegar, no había construcciones visibles y todo el intercambio con los supuestos clientes continuó por WhatsApp.
“Me contacta otro número, con una persona que se dio a conocer como Juan José. Me dijo que era mexicano, pero por el tono de voz enseguida me di cuenta de que no”, afirmó. Según su testimonio, esta persona aseguró ser responsable de la seguridad de un tal Héctor Suárez y le pidieron conectar una cámara por temas de seguridad. Luego, comenzaron a hacerle preguntas personales, incluyendo su estado civil y número de cédula.
“Mi mujer notó que la cosa estaba distinta y que no era normal, así que se fue a la Seccional Sexta y radicó la denuncia. La Policía me empezó a llamar”.
El relato continúa con un giro inesperado cuando uno de los interlocutores le confiesa ser “el comandante de un cartel de nombre Jalisco, que estaban radicados aquí en Uruguay y que tenían toda la zona bajo control”. Le prohibieron moverse del lugar, asegurando que tenía información confidencial y que había armas apuntándole.
“Mucho antes de esto, yo ya tenía una situación de nervios bastante importante”, expresó.
En un momento de la conversación, escuchó lo que parecía ser una radio policial. “Yo escuchaba conversaciones de fondo. Mencionaban a Marset, y yo me preguntaba qué tenía que ver con todo esto. Me preguntaron qué tenía que ver con Marset, y que estaban acostumbrados a torturar gente”.
La situación escaló cuando le exigieron un pago de dos millones y medio de dólares para liberarlo. “Me dijeron que me iban a hacer picadillo, me iban a meter en mi camioneta y me iban a prender fuego. También que me iban a cortar los dedos”.
Frente a las amenazas, el trabajador decidió actuar. “Me comencé a mover, subí a la camioneta con la plena seguridad de que no iba a ver más a mi familia, pero no me iba a quedar ahí a esperar a que me vengan a matar sin hacer nada”.
La Policía logró contactarlo y acudió en su auxilio cuando él ya había logrado regresar hasta San Carlos.
Foto: Lugar donde fue citada la víctima