Reuters
Reuters

OTRO HIJO DEL VIENTO Y RECORD TAMBIEN...Los 100 metros son algo más que una prueba, una especialidad del atletismo. Establecen una unidad de medida para el ser humano, porque tienen la capacidad de decidir quién es el hombre más rápido. Es un valor absoluto, frente a otros que admiten la carga de la subjetividad, incluso de la especulación. La recta del estadio, en cambio, no permite mentira alguna. Tampoco el organismo. En menos de 10 segundos, alcanza sus límites. Usain Bolt no es, únicamente, quien ha llegado primero al final de esa recta en Río, por tercera vez en unos Juegos Olímpicos. Es quien lo ha hecho más rápido en toda la historia. Por ello, no hay que tener prisa en abandonar este lugar. Los afortunados que lo hemos visto correr su último 100 en unos Juegos, debemos retener cada imagen, cada detalle, alimentar la memoria con las escasas 40 zancadas de un hombre que corre como un dios, camino de un lugar impredecible. Es el futuro.

En Río no fue tan rápido como en Pekín (9.69) o en el Mundial de Berlín, un año después, donde dejó el récord en 9.58. Ni siquiera como en Londres (9.63). Bolt cruzó la meta en 9.81, una marca excepcional aunque no sea lo que el jamaicano recuerde de su tercer título olímpico. Eso no importa. Bolt sabe que ese récord, ese valor absoluto es suyo, y lo saben quienes le observan, incluso los rivales que le acechan, como era el caso de Justin Gatlin, todo el año por delante en las referencias, pero vencido en el día señalado. Estuvo en cabeza hasta los 80 metros, aproximadamente, gracias a la mala salida del campeón, pero en los 20 restantes se impuso un talento inalcanzable para los demás. Para Gatlin, a sus 34 años y después de dos positivos por dopaje, esta plata tiene algo de redención. Para muchos de quienes lo vieron correr, es un insulto.(El Mundo)

Lo más visto