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Todo empezó en Navidad. Un llamado al 911 advirtió que habrían entrado intrusos en un establecimiento rural ubicado sobre la Ruta Interbalnearia a la altura del kilómetro 93,800.

Mesa central de operaciones derivó la denuncia a la Seccional 11ª de Piriápolis, de donde se envió una patrulla policial a una empresa de alarmas encargada de la custodia perimetral del predio.

La primera parte débil de la versión, era que el personal de la empresa de alarmas debió ser advertido por el casero de que habían llegado intrusos: ellos no detectaron nada.

Con este primer dato, los efectivos policiales decidieron ir a hablar con el casero del establecimiento, P.P., de 37 años de edad.

El hombre repitió inicialmente ante los efectivos policiales la versión del ingreso de los intrusos, pero no la pudo sostener con solidez, por lo que los policías que habían previsto llevarlo en averiguaciones por el caso, cambiaron a considerarlo sospechoso de haber tenido que ver algo con el hurto y daños constatados en el establecimiento.

El casero incurrió en contradicciones en sus primeras versiones, y lo hizo mucho más en la sede policial.

Con el caso en este punto se realizó averiguación de antecedentes de P.P., y saltó que había sido procesado por varios delitos penales en otro departamento que no fue identificado.

Entonces se avisó al propietario del establecimiento lo que estaba pasando. El dueño concurrió a su predio y residencia en la Ruta Interbalnearia y constató rápidamente que le faltaban muchas cosas.

En el inventario que realizó, el damnificado notó la ausencia de un cinto de cuero, una botella de vino, una escopeta calibre .16 milímetros de dos caños marca Beretta, diversas botellas de bebidas alcohólicas, y un revólver Smith &Wesson calibre .38 especial, un arma de muy alto poder de fuego.

SE LLEVARON MUCHO
¿Cómo era que los intrusos se habían alzado con todo eso estando P.P. al cuidado del establecimiento? La pregunta no obtenía respuesta satisfactoria para los investigadores, así que se optó por solicitar una orden de allanamiento para el domicilio del imputado.

Una vez allí, todo fue respondido: todo lo que el dueño del establecimiento había echado en falta, estaba en la casa de P.P.

El magistrado en lo Penal de 10º turno tomó el caso, revisó los detalles y en las últimas horas se pronunció dictando el procesamiento con prisión de P.P. como autor de un delito de hurto especialmente agravado, en reiteración real, con un delito de daños. P.P. ya fue realojado en la cárcel de Las Rosas, y el dueño del establecimiento está pensando si buscará un nuevo casero, o no vale la pena.