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A.C. estaba en una vivienda del balneario Playa Grande de Piriápolis cuando vio llegar un apartida policial que venía a revisar la casa en búsqueda de efectos robados.

Nada pudo hacer para evitar que los efectivos, que obtuvieron previamente la orden de allanamiento, se encontraran con una moto Honda con motor de 50 centímetros cúbicos que estaba denunciada como robada desde el 17 de septiembre, una sierra circular marca Eco de siete pulgadas registrada como hurtada el 10 de septiembre, una desmalezadora marca Dowen robada el 4 de octubre, un chasis de moto, un motor marca Yamaha, dos garrafas de tres kilos, tres cuadros de bicicleta, cuatro cajas de loza, una garrafa de 13 kilos con válvula, dos alhajeros con joyas varias, una bolsa con cubiertos, y un taladro. Todo un cambalache.

La cuestión fue que A.C. no tenía forma de dar explicaciones sobre cómo llegó tanta cosa robada a esa vivienda, así que fue detenido en averiguaciones y trasladado a la comisaría.

Una vez en el la sede de la Seccional 5ª se supo que era hombre con antecedentes penales. A.C. declaró que algunos conocidos de la zona habían ido dejando esos bienes en su domicilio con la finalidad de sacarles algún provecho económico.

Se le pidió identidades de esas personas, se fue a revisar sus viviendas, y se incautaron una chapa matrícula, un rollo de cable, una garrafa de tres quilos, y una carpa, todos coincidentes con bienes declarados robados.

Puesto al tanto de lo encontrado la juez Penal de 4º turno, tomó el caso, analizó los detalles de procedimientos e interrogatorios, y se pronunció por el procesamiento de A.C. por haber cometido dos delitos de receptación (recepción de bienes robados o provenientes de otras acciones delictivas para sacarle provecho económico), en reiteración real. Ordenó su inmediato envío a prisión.