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Para los cargos de responsabilidad que ha ocupado, el maestro montevideano Diego Barboza parece muy joven. No ha cumplido cuarenta años pero lleva buena parte de su vida trabajando en un mundo poco conocido aunque fácilmente cuestionado por la sociedad.

Barboza era maestro en el estigmatizado barrio Casavalle cuando lo llamaron para integrar el equipo del comisionado parlamentario para el sistema carcelario, Álvaro Garcé. Así dejó “en reserva” su puesto en el mundo de los niños y niñas con pocas oportunidades, confinados en un barrio donde “la falta de circulación” llevó a “la pérdida del capital social y al empobrecimiento cultural”.

Y pasó al “oscuro mundo” de las cárceles, que empezó a ver de otra forma cuando aprendió a ver a los presos con una mirada diferente al del común de la gente: “allí aprendí que los monstruos no existen, que los presos son personas con historia y no solo el acto delictivo que cometieron. Son padres, hijos, madres y cuando eso se tiene en cuenta, uno empieza a abordar otras cuestiones”.

Observó, por ejemplo, que castigar y vulnerar los derechos de humanos de un preso genera el efecto contrario a la lección que se le pretende dar: “si el sueño social es inhabilitar a la gente en condiciones infrahumanas, se va desgarrando lo poco de humano y esos individuos volverán a salir más enojados de lo que entraron. Como sociedad no deberíamos permitir que eso ocurra”, advierte.

Pero tampoco cree en el concepto de rehabilitación como planteado como una responsabilidad exclusiva del privado de libertad. “El preso puede estudiar y trabajar pero, cuando sale, el lugar jodido es el afuera. Es donde se da la conflictividad. (…) Podemos darle herramientas pero la vida se juega fuera de la cárcel. El concepto de rehabilitación pone la responsabilidad en el preso, pero la responsabilidad es de la sociedad”, dice, para reafirmar su convicción de que “la cárcel crea presos” debido a esa falta de respuesta social.

ADOLESCENTES “DESFONDADOS”
El aprendizaje de tres años de trabajo con el comisionado parlamentario fue clave para que pasara a dirigir la Colonia Berro, un complejo con ocho centros del Institutito del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU) para infractores de la ley, donde las fugas tenían en jaque al gobierno.

Basado en esa experiencia, Barboza sostiene que los adolescentes no entran en conflicto con la ley debido al consumo de drogas sino por la necesidad acceder rápidamente a ropa de marca y tecnología.

“El consumo está vinculado a la pipa (logo de Nike). Los gurises caían con 15 o 20 palos en ropa porque la sociedad les genera estas cuestiones: debilitamos al individuo y lo construimos con cuestiones externas y componentes superficiales. Creo que no estamos trabajándonos bien como individuos”.

El jerarca dice que las nuevas generaciones quieren cambiar el mensaje social, ético y estético que los adultos tratan de mantener aunque no están para explicarles, confrontarlos y darles elementos de decisión.

“Los gurises piden a gritos referentes, alguien que sea autoridad. Si tenemos dificultades como adultos para comportamos como referentes, no les echemos la culpa a ellos. Ellos quieren figuras de autoridad, lo que pasa es que nos cuesta y somos muy moralistas: ‘esto está bien o está mal’. Si bien el moralismo opera fuerte en el tema de los auto-límites, al momento de confrontar el otro se da vuelta y se va”, advierte.

MALDONADO DE CONTRASTES
Barboza dejó el puesto en la Colonia Berro debido a un aparente descontento con su gestión, aunque nadie explicitó las razones. A cambio fue designado como jefe regional Este del nuevo Sistema de Responsabilidad Adolescente (SIRPA), puesto que mantiene mientras se ocupa “transitoriamente” de la dirección del INAU en Maldonado en sustitución de Graciela Varela, que pidió licencia médica.

Admite que conoce “muy poco” de Maldonado y que apenas había venido una o dos veces a Punta del Este. Sin embargo, en este tiempo parece tener claros los factores que enfrentan a los adolescentes en conflicto con la ley en este departamento.

El contraste entre la pobreza y el lujo, ese de las mansiones al lado de los asentamientos (como en Kennedy o Beverlly Hills), de los chicos más pobres circulando entre gente rica, más la migración interna, es uno de esos factores propios de Maldonado.

Luego hay otro, común a todo el país, que a juicio de Barboza es la dificultad del mundo adulto para asumirse como tal: “hay una deserción de adultos que no están ejerciendo su autoridad para confrontar con los gurises y ayudarlos a armar su vida. Esto atraviesa todos los estratos sociales, lo que pasa es que la pobreza económica hace públicas las miserias”.

MEJORAS EN INAU
En cuanto a la situación de INAU Maldonado, dijo que están mejorando las condiciones de los adolescentes a quienes se dictamina la privación de libertad, aunque la mayoría se está tratando en La Estación con medidas alternativas.

En ese contexto de mejoras y recuperación de espacios se dio, el domingo pasado, la fuga de dos adolescentes que debían ir a Montevideo por rapiña. Según Barboza, una reja que dividía espacios antes inutilizados estaba mal ajustada y uno de los internos logró desarmarla con apenas sacudirla, para luego fugar aunque su compañero estaba en dudas.

“Son aprendizajes que hay que hacer. Esto nos pone en alerta a los trabajadores y a uno como director de que hay que medir las vulnerabilidades que tenemos”, admitió. En cualquier caso, Barboza destacó la tarea que están realizando los funcionarios y afirmó que están empezando a sentirse orgullosos de la institución a la que pertenecen.