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Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que entre los 10 y los 19 años de edad se producen “importantes y originales cambios en la arquitectura y funcionalidad del cerebro, así como en los procesos psicológicos, cognitivos y sociales”. En esta etapa, el cerebro es extremadamente vulnerable y se producen transformaciones sólo comparables con los cambios que acontecen en los tres primeros años de vida.

Es un período en el cual pueden manifestarse por primera vez muchas enfermedades psiquiátricas o conductas de riesgo. Pero, además, en esta etapa se puede adquirir un importante caudal de aprendizajes.

Basados en estos postulados de la OMS y su experiencia en el tratamiento de adolescentes infractores, los psiquiatras uruguayos nucleados en la SUPIA entienden que poner a los adolescentes en el mismo sistema de reclusión que un adulto es un error.

“En la adolescencia las conductas de riesgo aparecen muchas veces como período de transición y no como patrones para el resto de la vida. Seguramente, expuestos a las condiciones de prisión de la población adulta esto se fija muchísimo más y las oportunidades de cambio son menos”, advirtió Garrido en FM Gente.

Consideró, además, que las condiciones de reclusión uruguayas agravarían los casos. Cárceles “ precarias, con espacios limitados, con pocas actividades educativas, situaciones de violencia y abusos por diferencias de edad y condiciones de poder estarían fijando sin duda esas conductas”.

Garrido recordó, además, que la ley ya prevé la privación de libertad para adolescentes. “Ya existen lugares de reclusión, tenemos que seguir en la línea de los últimos dos años, mejorando las malas condiciones que todavía tenemos en algunas de estas instituciones”, remarcó.

“Los adolescentes entre 13 y 17 años ya son pasibles de penas, no son inimputables. Lo que debemos hacer es mejorar las condiciones de esas penas y mejorar la aplicabilidad, pero no borrar las diferencias con la privación de libertad para un adulto”, enfatizó.

Para la SUPIA, el país en su conjunto debe “asumir que la adolescencia y la juventud son un capital humano escaso y privilegiado, al cual debemos mayores y mejores cuidados, atención y oportunidades”.